
Es inevitable: en cualquier equipo de trabajo, surgirán diferencias y malentendidos. Sin embargo, la forma en que los enfrentamos puede marcar la diferencia entre una crisis y una oportunidad de crecimiento. El estudio de Thomas y Kilmann (1974) sobre la resolución de conflictos demuestra que las organizaciones que promueven estrategias constructivas para abordar los desacuerdos obtienen resultados más positivos a largo plazo.
Aprender a resolver los conflictos de manera efectiva no solo mejora la relación entre los miembros del equipo, sino que también favorece un ambiente de trabajo donde los empleados se sienten escuchados y valorados. Esta capacidad para resolver problemas de manera colaborativa no solo reduce el estrés y las tensiones, sino que mejora el rendimiento general de todo el equipo.
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