La facilitación: más allá del entretenimiento, una herramienta de transformación organizacional
En el entorno corporativo actual, es común que se perciba a los facilitadores como meros animadores de eventos, encargados de hacer que las reuniones sean más dinámicas y mantener a los participantes entretenidos. Sin embargo, esta visión reduce la facilitación a una función superficial, ignorando su verdadero potencial como motor de cambio y transformación dentro de las organizaciones.
1. La facilitación no es un espectáculo interactivo
A diferencia de un showman que busca captar la atención y entretener a su audiencia, un facilitador se enfoca en estructurar y guiar procesos que permitan la emergencia de nuevas ideas y soluciones. La facilitación real no se limita a hacer que las personas se sientan cómodas, sino que desafía sus perspectivas y fomenta el pensamiento crítico, promoviendo así una transformación profunda en la manera en que operan y se relacionan dentro de la organización.

2. No se trata de juegos, se trata de procesos
Si bien las dinámicas participativas pueden ser herramientas útiles para fomentar la interacción, la facilitación no debe reducirse a una colección de juegos diseñados para mantener la energía alta. El objetivo es estructurar el proceso de manera que se promueva la reflexión profunda, el aprendizaje colectivo y la generación de nuevas ideas, contribuyendo así al desarrollo y crecimiento de la organización.
3. No se trata de que todos hablen, sino de que todos contribuyan de manera significativa
La facilitación no busca que todos hablen todo el tiempo, sino que cada intervención sea significativa y aporte valor al proceso. A veces, la mayor contribución de un individuo es escuchar atentamente y reflexionar antes de intervenir. El facilitador tiene la responsabilidad de estructurar el diálogo de manera que se promueva un intercambio significativo, donde no todas las ideas tengan el mismo peso, pero todas las voces sean escuchadas con respeto y en el momento adecuado.

4. La facilitación no es un parche para problemas profundos
Es común recurrir a un facilitador cuando los equipos enfrentan crisis o conflictos. Sin embargo, la facilitación no es una solución mágica para problemas que se han acumulado a lo largo del tiempo debido a malas prácticas o estructuras disfuncionales. Para que la facilitación sea efectiva, debe haber un compromiso real con el cambio y la transformación en la cultura organizacional, abordando las causas subyacentes de los problemas y no solo sus síntomas.

5. La facilitación no es neutralidad vacía
Aunque el facilitador debe mantener una postura imparcial en cuanto a los contenidos y opiniones expresadas, sí tiene una postura clara en cuanto a cómo se debe llevar a cabo el proceso. Esto implica intervenir cuando sea necesario para garantizar que el diálogo sea genuino, estructurado y productivo, y que se logren los objetivos establecidos. La facilitación efectiva requiere una intervención activa para crear las condiciones que permitan una participación auténtica y una toma de decisiones informada.
La facilitación: una disciplina para la transformación
En resumen, la facilitación es una disciplina que va más allá del entretenimiento y la dinamización de reuniones. Es una herramienta poderosa para acompañar procesos de cambio y transformación organizacional, estructurando diálogos significativos, promoviendo la reflexión profunda y fomentando la colaboración efectiva. Si se busca generar conversaciones que cuestionen lo establecido, activar la inteligencia colectiva y lograr cambios en los procesos de toma de decisiones, la facilitación real es la clave para alcanzar estos objetivos.
Bibliografía
Zubizarreta, X. (2015). Manual de Facilitación Dinámica. Centro de Documentación Psicosocial.
Díaz, R. (2023). La facilitación en los procesos de transformación organizacional. Proqualitas.
López, M. (2022). El rol del facilitador en el cambio organizacional. Metaacción.
Fernández, E. (2014). Animación y facilitación: similitudes y diferencias. DH Facilitadores.
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